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cultura africana contemporánea

Un fisioterapeuta en la Academia de Bellas Artes

«Mi primera profesión es la de fisioterapeuta», ha confesado en más de una entrevista el célebre escultor senegalés Ousmane Sow, que este miércoles 11 de diciembre tomaba posesión de su plaza como miembro asociado en la Academia Francesa de Bellas Artes. Su vida la ha compartido durante años entre las consultas diarias a los pacientes y la creación de esculturas en su tiempo libre y ha sido ahora, a sus 78 años, cuando se ha convertido en el primer negro en tomar esta plaza, treinta años después de que su compatriota Léopold Sédar Senghor ocupara un puesto similar en la Academia Francesa (no confundir con la de Bellas Artes).

Comedido y humilde pero a la vez grande e imponente como sus propias esculturas, siempre ha privilegiado una actitud modesta cuando se trata de hablar de él mismo. Ousmane Sow nació en Dakar en 1935 y viajó a la edad de 22 años a París, donde se instaló para dedicarse a la ‘profesión’ que reivindica como la primera. Y no fue hasta tres décadas después, en  los ochenta, cuando su nombre pasó a ser realmente conocido en el mundo del Arte, permitiéndole así dedicarse en cuerpo y alma a su gran pasión. Pero la verdad -él mismo lo ha explicado en innumerables ocasiones- es que esculpir siempre formó parte de su vida, desde su más tierna infancia. En las playas de Dakar recogía de niño piedras para modelarlas y fue por entonces cuando su profesor le diría aquello de «tienes un instinto de escultor».

Hay, sin embargo, una estrecha relación entre la fisioterapia y la escultura; la primera la considera el artista una especie de entrenamiento para la segunda. Su larga experiencia como fisioterapeuta le ha servido a la hora de desarrollar su técnica plástica: cuando la inspiración se bloquea o no sabe qué dirección seguir en el proceso de creación, Ousmane Sow dice que a veces le basta con cerrar los ojos y palpar la fisionomía de sus personajes para saber qué camino seguir. Pero también a través del conocimiento de la anatomía, según ha explicado él mismo, ha conseguido desechar el mito del cuerpo o del ‘hombre perfecto’. «En mis casi treinta años ejerciendo jamás he conocido un cuerpo humano que sea perfecto«. Todos son diferentes. Diversos.

Ousmane Sow, escultura y humanismo

No hay dos esculturas de Sow que sean iguales. Todas y cada una de ellas parecen encerrar un alma humana bajo esa mezcla de hierro armado, tejido de yute y tierra que constituye la materia prima de las creaciones. El de Dakar utiliza esa mezcla; él mismo la prepara y conoce el secreto de la fórmula mágica para rellenar y dar vida, bajo sus dedos, a estos seres colosales de casi dos metros y medio. Mirándolos se diría que están vivos, que son reales, obviando sus imperfecciones y rugosidades. Cada figura transmite una intensidad de sentimientos; deseos, desesperanza, duda, reflexión (…)

El punto de partida de la fama mundial de Ousmane Sow fue su exposición al aire libre en el Puente de las Artes de París. Fue en 1999 y se calcula que nada menos que 3 millones de visitantes pudieron apreciar sus magníficas obras dedicadas a etnias como los zulús, los masai, los nuba o los peul. Pero no sólo africanas: una de sus series más conocidas es la que evoca la batalla de Little Big Horn, ganada por los indios de Norte América. Guerreros y luchadores anónimos que representan la resistencia y cuyo valor va más allá de la pertenencia a una raza o un continente.

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En su intervención en el evento independiente TEDx Concorde 2012, Sow recuerda, como una anécdota, el reproche que le hacía por teléfono el presidente senegalés: «¿Por qué estás haciendo ahora indios? ¡Nos quedan todavía africanos!«, a lo que el escultor contestó, mostrando la determinación y seguridad que guarda bajo la aparente calma: «Escucha: (…) en primer lugar, yo no pido la autorización a nadie para realizar mis obras. Y si tú de verdad quieres seguir con la serie de los africanos, pues ven a mi casa, yo te doy lo que necesites y lo haces tú mismo

Hoy y desde hace ya un tiempo, Ousmane Sow trabaja en su serie sobre los Grandes Hombres. Esta vez sus figuras salen del anonimato para representar a individuos que han marcado la Historia y que constituyen una fuente de inspiración para el senegalés: Victor Hugo, Nelson Mandela, Charles DeGaulle y el propio padre de Sow, éste último reconstituido a partir de memorias visuales únicamente y al que el artista estuvo muy unido hasta su muerte.

En su discurso de entrada en la Academia, sus palabras también se dirigieron a grandes hombres, pero sobre todo al pueblo africano:

«Como mi colega y compatriota senegalés Léopold Senghor, elegido para la Academia Francesa hace treinta años, soy un africanista. Con este espíritu, dedico esta ceremonia a África entera, su diáspora y también al gran hombre que acaba de dejarnos, Nelson Mandela.«

 

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