El último espectáculo del actor y comediante Fellag, Bled* Runner, con puesta en escena de la mano de Marianne Épin, podrá verse en las salas de teatro de Francia durante estos meses. Como lo indica su título, Bled Runner es una carrera hacia atrás en la que encontramos al humorista argelino, de 67 años, en su mejor forma. Como antología de sus más de 20 años sobre los escenarios, desd Djurdjurassic Bled en 1995 a Tous les Algériens sont des mécaniciens (Todos los argelinos son mecánicos) en 2008, Bled Runner propone un teatro de situaciones a menudo políticas y siempre absurdas, donde la pulida escenografía eleva la comedia a otro nivel.
La intimidad del chiste
Si, como en mi caso, no comprenden ni el cabileño ni el árabe, siempre podrán contar con el público que a menudo es trilingüe en los espectáculos de Fellag. Y es que el humorista no practica ni el subtítulo ni la imitación pintoresca de un acento magrebí. Aquí no se regala el chiste ni en francés, ni en cabileño, ni en árabe, así que en las salas las risas llegan a menudo a contratiempo. Porque si lo que quiere es reírse, tendrá que tener una intimidad especial con… Argelia.
Y la Argelia a la que se hace referencia en Bled Runner es antes de todo metalingüística. Nostalgia de un idioma cabileño que, más que ser un criollo, «plagia la lengua francesa». Fellag narra la arabización progresiva del país, el día después de la Independencia, a través de institutores egiptos «enviados por los Hermanos Musulmanes». Poco a poco, «vuestros ancestros los árabes» remplaza la célebre fórmula «vuestros ancestros los galos», a ritmo del programa diario «No se dice», emitido desde El Cairo, que enseña que «electricidad» ya no se dice «triciti» sino «kahraba». Resultado: un bolígrafo traumatizado que ya no sabe ni qué escribir.
«Cinco en tus ojos»
Es ese el conjuro para alejar al diablo, gracias al poder de la mano de Fatma. Hay que decir que el antihéroe interpretado por Fellag se suele dejar invadir por el «djinn de la paranoia«. Y no le faltan razones.
Todo empieza con el padre: «era un colonizado que luchó al lado del colonizador para ayudarlo a descolonizar«. Diez años más tarde, en 1955, llegan las tropas coloniales a Algeria, y resulta que al final «¡los franceses son negros y musulmanes!«. En su «pueblo con veinte fusiles», el pequeño Fellag se duerme con miedo del mariscal Bugeaud, el «coco» local, y juega a la guerra de Independencia en el patio de la escuela. Después del colegio se hace hitista*, consume hachís para «estar al ritmo de los tiempos» y les silba a las chicas, escondido detrás de su muro. Llegan así los años 90 y con ellos las falsas cartas certificadas de amenaza que se envía a sí mismo para poder irse de Argelia.
En 1995, Fellag llega a Francia, el día siguiente al atentado del RER B : «Yo me parecía al retrato-robot de todos los terroristas del mundo. Y la barba, ellos me la dibujaban mentalmente«. Fiel a su humor de guerra, juega al «argelino pacífico y laico», sumergiéndose en una zona de tránsito de San Antonio.
La ambivalencia que enfada
El día que fui al espectáculo, mi yemma* Djazira me tradujo las bromas en cabileño. Y salió del teatro un poco contrariada: «Hay demasiados elogios al francés quien, si he comprendido bien a Fellag, estaría más evolucionado que el argelino. En Argelia se dice ‘guapo como un francés’. Como si Francia solo pudiera ser superior a Argelia. Esta estigmatización no es el papel de un humorista. Hoy en día, mis sobrinas no quieren casarse con un argelino que viva en Argelina, van buscando por Facebook uno que viva en Europa. Queda mucho por hacer en el terreno de las libertades en Argelia, es verdad, pero también es verdad que la vida allí es despreocupada y ligera«.
Pues sí, señor Fellag, hay frases que enfadan : «A vosotros os salió mal vuestra colonización, a nosotros nos salió mal nuestra Independencia: estamos en paz«, «Francia es una Argelia francesa que tuvo éxito«… Estas fórmulas humillantes van dibujando el retrato de un argelino imbécil e incapaz de producir modernidad sin «el libro de instrucciones que dejaron los colonos«. Un idiota que piensa que una eólica funciona con electricidad. Djazira y yo llegamos a la conclusión de que su nostalgia por la Argelia francesa esconde en realidad una nostalgia de su infancia, simplemente. Pensamos así porque lo queremos, señor Fellag.
* Bled puede traducirse como «pueblucho», pero se usa coloquialmente para hacer referencia al país de origen.
* Hitiste o hittiste denomina un o una joven desempleado, sin ocupaciones, que pasa el día ocioso. Viene de la palabra «hit», «muro».
* Yemma quiere decir literalmente «madre», pero es utilizado también para denominar a una tía o, simplemente, una mujer de más edad que ejerce de tutora.
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* Célia Sadai, franco-argelina, está especializada en literatura africana, afroantillesa y del norte de África. Ha vivido en Nueva York, Nueva Orleans, Rio de Janeiro, Dakar, Berlín y México DC.
* Este artículo fue publicado originalmente en Africultures. Leer la versión francesa haciendo click aquí.