Hay algo envolvente y sedoso en las notas que libera la marimba de Enrique. Melancolía y apasionamiento en la voz de William. Alegría y cadencia en la tambora de Etiel. ¿Y qué decir de las letras conmovedoras de Begner Vásquez, que se anidan en la piel mucho más allá del tiempo de una canción?
El tema “Amanecé” ––uno de los grandes éxitos del grupo Herencia de Timbiquí–– suena al final de una charla organizada sobre las danzas y los ritmos del Pacífico, y, en ese momento, todas las atenciones se concentran en el poder expresivo y emotivo de un pueblo. El grupo que aquí se explaya brilla por su sencillez, su arte, pero también por la conciencia de sus raíces y su apertura sobre el mundo. Las canciones de Herencia de Timbiquí son también una forma poderosa de viajar.
“Inicialmente todo nace de la raíz autóctona del Pacífico ––explica Begner Vásquez––. Luego, empezamos a incursionar en una serie de sonidos para llegar a diferentes espacios. La música la estigmatizan mucho, entonces había que sacarla de esa estigmatización y hacer que la gente se interese por ella de una manera natural. La hicimos funcionar con rock, funk, Son, R&b, reggae, de todo un poco. Y eso hizo una fórmula que dio como resultado una identidad”.
La cercanía con Cuba es evidente. El Pacífico mantiene una fuerte conexión con la isla caribeña a través de ritmos como el Guaguancó-Son, el Son timbiquereño o el Son chocoano. Cada pueblo en el Pacífico tiene su Son, aunque impregnado de atributos locales. Pero más allá de la influencia caribeña, está también la esencia africana.
África es el ADN. Es el alma de sus creaciones. “África es una sensación y es una motivación de la cual ningún artista se puede deshacer. Desde cualquier pueblo del globo terráqueo siempre está África con una injerencia fuerte en la música, y evidentemente nosotros no somos la excepción porque nuestra música tiene su origen en África”, explica Begner.
El compositor de Herencia de Timbiqui es consciente del lugar que ocupa el continente negro en su creación. “África es la punta de lanza de todo este proyecto”. Su voz se anima. La emoción aflora. Begner accede a hablar de una de las giras que hizo a Zambia y Zimbabwe con el grupo. Gracias a ella pudo cumplir el sueño de tocar el suelo africano y compartir la música nacida de sus entrañas. De aquel continente, regresó con un tarro lleno de tierra y de agradecimiento.
“Nosotros tenemos África intrínseca en nuestra piel, en nuestra sangre, en nuestras venas, y en nuestro lenguaje, en nuestro consciente, en nuestro inconsciente. Siempre está África de por medio”, explica el músico.
Y, sin embargo, esta experiencia fue mucho más que un mero encuentro con sus raíces. También supuso grandes reflexiones y cuestionamientos sobre su identidad, sobre su lugar en Colombia y su lugar en el mundo. Tuvo que enfrentarse a las preguntas que todo afrodescendiente alberga en su interior cuando busca la forma de crecer.
“Nosotros nos sentimos forasteros en Latinoamérica. Sentimos que nuestro hogar está en África […], pero cuando llegamos a África nos dijeron: Es que ustedes no son africanos”, comenta Begner. Su mirada sincera y brillante refleja la profundidad del dilema. Existe una melancolía y una dualidad enorme dentro de los pueblos afroamericanos.
África es el continente que los identifica. Muchos se sienten de allá, viven ilusionándose con ella, saben que allí está el origen de todo, se enorgullecen de poder conocerla, y, sin embargo, la realidad es dolorosamente compleja. “Al principio fue un choque fuerte, pero luego empezamos a analizar y pensamos: Claro, es que nosotros venimos de allá en África, pero nosotros nacimos aquí, somos americanos”.
En ese contexto, ¿cómo concebir África? ¿Qué espacio darle en la memoria de los pueblos afroamericanos o afrodescendientes? ¿Cómo preservar ese lugar predominante en el sentimiento colectivo? El compositor de Herencia de Timbiqui ha pensado –y sigue pensando– largamente en ello. Al fin y al cabo, es una cuestión esencial a la hora de dar sentido a la vida y consolidar la identidad.
“El tema de la diáspora lo respetamos, lo sufrimos. No hay que olvidar el pasado, solamente desligarlo del presente», argumenta Begner Vásquez. «Porque, si olvidamos cosas funestas como la esclavitud, y muchas otras, también estamos olvidando la raíz que nos aporta el folclor, la gastronomía y la espiritualidad que traemos de África”.
El tema de la esclavitud siempre es sensible. Begner considera que no se debe olvidar nunca, pero que tampoco debe impedir la superación y la creación de nuevos paradigmas. Por eso, las canciones de Herencia de Timbiquí se centran esencialmente en sentimientos universales, escenas esperanzadoras de la región del Pacífico y experiencias memorables. “Tratamos de acoger a la gente, y pensar como una sociedad nueva que se formó de una mixtura, y que somos Colombia y Latinoamérica”.
Así es como nacen temas musicales como “Sabrás” o “Vive a tu manera”, canciones que reconstruyen el más hermoso y sincero de los amores, o que invitan a perseverar, tener fe, y luchar por lo que uno más quiere.
“Soy piedra en el camino,
Rondando contra mi destino
Soy luz de mi esperanza
Luchando se vence y se alcanza
Mi vida no es como se ve…
A pulso tuve que aprender
Si quieres no quedarte atrás
Pelea con la sociedad
Extracto de “Vive a tu manera”
En el encuentro académico propiciado por Instpecom (la escuela musical de Comfacesar), los miembros del grupo Herencia de Timbiqui son invitados a reflexionar sobre la importancia y el poder de la Danza, es decir el lenguaje y la expresividad del cuerpo.
Desde un principio se impone la perspectiva emancipadora. “La danza y el canto han sido oportunidades para liberarse. La danza tiene mucho que ver con los estados de ánimo”, sostiene Begner Vásquez y, luego, el percusionista, Etiel Alegría, completa: “La música es la mayor tranquilidad que tiene el cuerpo”.
Por su lado, William Angulo también vincula esa expresión al carácter festivo y fogoso del colombiano. En el baile se encuentra una manera de vivir, una forma de expresarse, que mucho tiene que ver con las mezclas históricas y poblacionales. “Colombia es un país danzante por excelencia”, explica antes de asociar esa esencia con el continente africano. “La danza tiene su nacimiento en África. En África se supone que nació la humanidad”.
África renace también en las palabras del marimbero Enrique Riascos quien recuerda el valor de la marimba en su región. “Nuestros antepasados usaron toda la tecnología del mundo para hacer la marimba”, comenta. Y ese instrumento nacido de un largo linaje, evocador de la riqueza musical de la naturaleza, sigue hoy ambientando las grandes danzas regionales del Pacífico (como el Currulao que acompaña y escenifica ciertos ritos de la vida cotidiana).
Así pues, con sus reflexiones inspiradoras, Herencia de Timbiquí puso en adelante un mensaje que invita a trascender la cotidianidad y superar las limitaciones. Pero la revolución vino después. Sí, después, cuando los músicos se subieron a la tarima para interpretar en vivo sus canciones más sonadas… En ese momento, el suelo tembló. Y los corazones se aceleraron.
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Johari Gautier Carmona: Escritor y periodista español nacido en París (Francia). Actualmente reside en Barcelona, ciudad central dentro de su creación literaria, tras una estancia de varios años en Inglaterra. Publicó en 2009 su primera novela, “El Rey del mambo” (Ediciones Irreverentes), y en 2010 vio la luz su libro “Cuentos históricos del pueblo africano” (Editorial Almuzara). Colabora asiduamente en distintos medios de comunicación y ha sido galardonado con varios premios literarios, como el de “Relatos de viaje 2007”, organizado por vagamundos.net y Ediciones del Viento. @JohariGautier
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