Autora
Publicada por la editorial Grasset, la última obra de Alain Mabanckou, Le monde est mon langage, es una vuelta al mundo por la biblioteca del autor.
“El escritor es alguien que delimita un espacio muy estrecho y que indaga para dirigirse hacia lo más profundo de la tierra. El lector o el erudito es alguien que quiere un espacio más horizontal, que pueda ensanchar lo más ampliamente posible. El escritor se dirige más hondamente hacia el espacio más limitado. Este espacio, para mí, es el conjunto de mis novelas. Considero que he delimitado mi territorio y una vez ahí, lo recorro, trato de habitarlo”, Dany Laferrière, (página 79).
Desde el inicio de la temporada literaria, se habla mucho en las redes sociales de Alain Mabanckou y de su libro Le Monde est mon langage (El mundo es mi lenguaje). Se habla de Alain Mabanckou en France 2, en France Inter, en Arte o en Inrocks… Estos periodistas de espíritu pionero, investidos del poder de consagrar a quien quieran cuando lo deseen, me recuerdan al niño de la película Un indio en París. Sin embargo, nosotros de Mabanckou y de la Sape ya sabemos hace 15 años. En fin, como decían los Marsellais d’IAM; “Cuando tú ibas, nosotros ya estábamos de vuelta”. Y somos capaces de percatarnos de la longitud de este largo camino al hilo de las páginas de Le monde est mon langage (El mundo es mi lenguaje), que sintetiza la vida y media de un escritor-universitario-conferenciante-crítico-poeta-ensayista, cuyo apetito por el mundo recuerda a sus personajes, inquietos hasta el punto de “reclamar más espacio” a su creador…
Con Le monde est mon langage, Alain Mabanckou hace una cartografía de un mundo triangular y dialógico, y convoca para ello a tres pensadores universales: Amin Maalouf, Édouard Glissant y J.M.G. Le Clezio. El libro excava más profundamente y también celebra el soplo “infra-ordinario” del mundo: la fijación de Dany Laferrière por los aguacates bien maduros, la contemplación de un fresco de Chéri Samba en la fachada de un edificio de Matongé en Bruselas, historias sobre el pollo “batéké” con banda sonora de Cindy Le Coeur del barrio parisino de Château-Rouge…
Una autobiografía caprichosa
Este año, Alain Mabanckou ha celebrado sus 50 años – la edad del hombre maduro, como suele decirse. Ha sido el primer escritor del África Negra invitado al Collège de France desde hacía 56 años. Y organizó el coloquio “Pensar y escribir África hoy”. Todo ello, el año del 60 aniversario del Primer Congreso de los escritores y artistas negros de 1956.
Pero en Le monde est mon langage no aparece el mito vertical del hombre maduro. La medida del tiempo es contrariada con la interrupción del recuerdo, por el montaje de un archivo, por la reescritura de un diálogo que nunca ha tenido lugar. Quien quiera ponerle fecha a la producción-del-último-libro-de-Alain-Mabanckou-pero-dónde-encuentra-el-tiempo-para-escribirlo?” tendrá que fiarse del título: el capítulo “Montréal” se sitúa en 2009, en la publicación de L’énigme du retour de Dany Laferrière. El capítulo “Château-Rouge” se desarrolla en 2015 o 2016, durante la redacción de Le monde est mon langage… La “autobiografía caprichosa” de Alain Mabanckou se enriquece sin cesar, gana fuerza en la forma de escribir de sí mismo: crónica, diario íntimo, cuaderno de viaje, correspondencia, memorias, entrevista, devaneos y vagabundeo meditativo… Un juego sobre la medida del mundo y la medida de una vida, cuyas proporciones – esa temerosa horizontalidad contemporánea – amenazan con no situarse nunca más a nuestra escala… Y el juego va más allá cuando Alain Mabanckou lleva su escritura hacia los márgenes de un “Post Striptum”, privilegiando incluso“la escritura de los Otros” en esta misma obra.

“Meter en el mismo saco a Michel Houellebecq y Kossi Efoui”
Esa escritura de los Otros es mínima, y facilita que la literatura pueda considerarse como un fenómeno vivo, inmediato, gracias a las virtudes de la reminiscencia, del encuentro y del diálogo, prolongando sus obras anteriores la Lettre à Jimmy, L’Afrique qui vient o Écrivain et oiseau migrateur…
De manera indirecta, Alain Mabanckou cuestiona el valor del autor y el valor literario; la aproximación sensible y física a un libro que se debate entre la evolución de la literatura y su concepción tradicional – buena o mala, ligera o profunda, francesa o francófona… Aquí, “metemos en el mismo saco a Michel Houellebecq y Kossi Efoui”. No hay jerarquización entre el cuaderno Moleskine enviado al joven Lounès en el capítulo “Argel”, los cuadernos de espirales de Sony Labou Tansi o las copias manuscritas de La vie et demie disponibles en alquiler, en el capítulo “Brazzaville”.
En el capítulo “Montreal”, Alain Mabanckou graba en un magnetófono a Dany Laferrière en plena deconstrucción de su propio mito como autor: el académico se transforma en “re-escritor”, lo imaginamos vestido con un mono de trabajo, como en su Journal d’un écrivain en pyjama (Diario de un escritor en pijama). Más allá, Sony Labou Tansi en plena redacción de Sept solitudes de Lorsa Lopez, interrumpe un partido de fútbol para iniciar al joven Alain Mabanckou en la literatura rusa: “Su parcela era una especie de pequeño bosque tropical. Podríamos decir que se hubiera escapado de las descripciones más descabelladas de su propia novela. Había que desplazar las ramas de los árboles de los mangos y de las papayas que obstruían el paso, tomar un sendero y desembocar por fin delante de esa cabaña de madera cuya puerta parecía abierta todo el día y que estaba apoyada en un ladrillo de barro cocido (pág. 105)”.
Todo para una historia literaria absolutamente infra-ordinaria…
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Publicado originalmente en africultures el 10/10/2016: http://bit.ly/2gcziow
Traducción: Alejandro de los Santos Pérez