Maman
Este joven nigerino es ante todo un artista comprometido con la sociedad. En sus argumentos insiste una y otra vez en la importancia de estimular el desarrollo de las artes nigerinas y no dejarse perder por los caminos del éxito. Su cabeza es una fábrica de ideas donde se manufacturan proyectos, festivales y obras dirigidas a las poblaciones de las zonas más aisladas y con menores posibilidades de acceder a la cultura. Todo lo tiene bien calculado y estructurado, no es una persona dada a los excesos. Mamane Sani mide cada uno de sus pensamientos antes de hablar y tan sólo deja escapar alguna sonrisa cuando el momento lo requiere. En medio de un espacio ruidoso donde suena música tradicional de fondo, un vaivén de personas circula por la habitación en la que nos encontramos y nos vemos obligados a hacer pequeños intervalos para concentrarnos en nuestro diálogo. El entusiasmo de la conversación se ve interrumpido por la poca capacidad de una batería que acabó sucumbiendo a un intercambio de preguntas y respuestas que parecía no tener fin. Aquí reproducimos un fragmento de lo que fue aquel encuentro.
¿Quién es Mamane Sani?
Soy coreógrafo, intérprete y director artístico del Festival Rue Danse (Calle Danza) y de una asociación cultural de Níger. Inicié mi carrera dentro de una compañía profesional en el año 2000, momento en el que predominaban los conflictos políticos en mi país. En ese contexto produjimos nuestra primera creación en la ciudad de Zinder, que llegó a transmitirse por la televisión nacional. En 2002 empecé a participar en proyectos en el extranjero. En primer lugar viajé a Burkina Faso y rápidamente presenté trabajos en otros países de África. En 2005 me embarqué en una iniciativa de creación colectiva con artistas de diferentes países africanos, que fue seleccionada para realizar una gira regional y que también mostramos en otros puntos del continente. Poco después fuimos invitados a Francia para presentar esa obra en la ciudad de Lyon en diez fechas diferentes. En 2006 me mudé a Túnez un año para formarme en el Centro Mediterráneo de la Danza Contemporánea, lugar donde pude conocer a muchos profesionales del sector. Allí tuve la oportunidad de estudiar materias fundamentales para mí como historia del arte y de la danza, anatomía, fisiología, etc. A mi vuelta a Níger creé mi primer solo, Tout n’est pas perdu (No todo está perdido), que presenté en varias citas artísticas internacionales. Tuve la suerte de participar en un proyecto de sensibilización sobre la cuestión del agua, el Festival de l’Eau (Francia), y estuve tres semanas trabajando en París con un grupo de música. En 2010 volví de nuevo a Francia, en concreto al Centre National de la Danse de París, donde me dediqué durante tres meses a colaborar en una formación. La experiencia fue muy fructífera porque todas las tardes recibíamos a invitados de prestigiosos teatros que me permitieron tejer relaciones que más tarde desembocaron en proyectos conjuntos. Ahí fui seleccionado junto a la senegalesa Fatou Cissé para representar 14 funciones de mi solo Tout n’es pas perdu en toda África. Volví de nuevo a Níger para organizar el primer festival nacional de danza, en colaboración con una compañía del Congo. Y a finales de 2012 pude asistir a una formación teórica y práctica en gestión cultural organizada por la asociación española Arts Cultura y Desarrollo y financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID). Como responsable de mi compañía, esta experiencia fue bastante enriquecedora, puesto que pude comprender las diferentes exigencias que requiere la organización completa de un festival. Aunque sea coreógrafo, en África los artistas estamos obligados a hacer prácticamente de todo por falta de medios.

¿En qué consistió el primer festival de danza contemporánea de Níger?
El evento se llama Rue Danse y es una especie de marcha coreográfica por los barrios de la ciudad. Queríamos tener otro tipo de acercamiento al arte y otra forma de presentarlo a lugares donde la población no tiene contacto con este tipo de propuestas. Abandonamos las salas y los escenarios para encontrarnos en zonas periféricas y mercados. Nos instalábamos sin pódium y sin necesidades técnicas. La gente nos veía allí y se incorporaba alrededor nuestro para ver lo que hacíamos. Esta experiencia comenzó en el Congo gracias a la iniciativa del coreógrafo Florent Mahoukou. En Níger se replicó la idea y tenemos el propósito de reproducirla en otros países de África más adelante. En la primera edición invitamos a compañías de Francia, Togo, Benín y de Congo-Brazzaville, que pusieron en práctica diferentes representaciones así como talleres, conferencias y debates en torno al lugar de la danza en la sociedad contemporánea.
¿Y sólo se realizó en la capital?
La primera edición tuvo lugar únicamente en Niamey pero para la segunda nos gustaría poder mejorar ciertos aspectos organizacionales. En este proyecto han entrado bastantes jóvenes con mucho entusiasmo y sensibilidad por el arte y la cultura, pero falta conocimiento y capacitación. En Zinder hemos hecho bastantes cosas con esta compañía durante seis años, como formaciones y actividades, cada año organizamos encuentros dirigidos a todos los públicos. Con lo cual me gustaría seguir trabajando con ellos y que esta ciudad se convirtiera en el segundo foco del festival. Es una manera de descentralizar la cultura de la capital y transportarla a otros sitios con menos actividad artística. Poco a poco veremos si el gobierno nos apoya en la extensión de la red por todos sitios.
En un país como Níger donde la tradición aún está muy presente, ¿qué reacciones han recibido por parte del público ante este tipo de manifestaciones tan innovadoras?
Personalmente soy director artístico y nigerino que conoce la tradición, la sociedad y la religión. Cuando diseñamos la programación tuvimos en cuenta las costumbres de nuestro pueblo. No pretendíamos ofrecer estadios demasiado elevados en relación al imaginario de la gente por poder parecer demasiado provocadores. Queríamos que poco a poco pudiesen escucharnos decir que la cultura es tan vital como el agua. Todo esto va a servir para cuestionar o plantear asuntos de la sociedad, del ser humano o de la creación que les incumben directamente. Pienso que el público que tuvo la suerte de participar en nuestro festival lo hizo muy positivamente. Y digo participar porque realmente incitamos a que el público tome partido. Es necesario el contacto, la relación directa y el intercambio entre los artistas y los asistentes. Uno de los momentos clave del evento fue una experiencia artística con un bailarín congoleño. Nos trasladamos a un barrio bastante alejado del centro de Niamey, nos embadurnarnos de barro, cargamos bastante agua y mostramos una acción puntual que produjo un efecto sorprendente sobre la población. Ellos estaban allí, nos observaban con determinación, sin reservas de ningún tipo, y en ese momento sentí que habíamos ganado bastante terreno. Y justo lo que debemos hacer es llevar el arte por todos los lugares. Es la mejor forma que desarrollar la danza no únicamente en Níger, sino en toda África. Hay que ir a los mercados y a los espacios más frecuentados por las personas para demostrar que la danza no es una provocación corporal, se trata de un arte bastante completo que se adapta a lo que buscamos. Reúne el movimiento del cuerpo, el alma, el corazón y la imaginación. No necesitamos hablar, podemos ir a China o a cualquier rincón del planeta y hacernos comprender perfectamente. La danza contiene todas las lenguas del mundo entero.

En esos intercambios con su entorno más inmediato, ¿qué pensaba su familia de todo esto?
Para empezar el primer obstáculo fue que yo era algo así como la esperanza de mi familia, querían que fuera médico o ministro. Cuando comenté en casa que había elegido la danza como profesión, sintieron una especie de decepción al no haber mucha gente alrededor que se haya ganado la vida de esto. La familia siempre espera algo diferente de ti cuando te lleva a la escuela por primera vez. Con el tiempo he logrado convencerles de que llegaré a algo y que esta profesión me ha aportado aspectos muy positivos que me permiten ser sincero conmigo mismo. La danza siempre comienza con el cuerpo y el corazón. Si no aportas tu corazón, nunca llegarás a ningún sitio. Si te mientes a ti mismo, el público se dará cuenta de esa falta de sinceridad. La danza es un medio de comunicación a través de nuevas visiones, nuevas propuestas, que nos enseñan a enfrentarnos a nuestro mundo. Tras 12 años en este campo, sólo he encontrado felicidad y sentimientos positivos. A todos los jóvenes que quieren seguir mi camino les aconsejo desde el inicio que se cuestionen siempre a sí mismos con determinación.
¿Cree que a los nigerinos en general les interesa la danza contemporánea?
En todo caso podemos afirmar que hay compañías que nacen poco a poco. Pero aún queda por saber si las jóvenes promesas están dentro de la profesión persiguiendo un objetivo determinado o no. Como Maman Sani viaja mucho, ellos también quieren hacerlo o desean que los vean en televisión. Sinceramente yo no me planteaba ese tipo de preguntas, quiero esto o lo otro. No elegí la danza, fue la danza la que me eligió a mí. Si alguien tiene intenciones financieras o de conocer mundo, no hace nada en esta profesión. Al menos hay compañías que surgen y estas son las preguntas que me hago. Pero siempre les animo a que continúen creando. Muchas veces no saben dónde les va a llevar la danza. Sin embargo, una vez que las cosas empiezan a crecer, a ocupar un lugar dentro del alma y de la existencia de uno mismo, debes hacerte preguntas todo el tiempo. Esto contribuye al desarrollo de Níger, somos los embajadores culturales, cuando viajamos debemos olvidar nuestro nombre y visualizar nuestro país. Representamos a nuestros países no sólo a través del valor artístico, sino también con nuestra personalidad y nuestra relación con la gente. Si alguien va a España, al final calificarán a todos los nigerinos según su comportamiento. Por ello, les comento siempre a los artistas que cuando van a bailar también lo hace el país al completo.
Considerando que su visión sobre la danza es tan universal, ¿qué referencias tiene dentro de este sector?
He tenido la suerte de encontrarme con bastantes coreógrafos que me han ayudado mucho, dándome consejos y ofreciéndome miradas muy variadas sobre la danza. Por ejemplo, Seydou Boro, Souleyman Badolo, Auguste Ouédrogo y otras personalidades que me han respaldado en gran medida como la directora de l’École des Sables (Senegal) Germaine Acogny o Monique Barbaroux del Centre National de la Danse (Francia). Sugerencias, consejos y críticas que me han hecho evolucionar mucho en mi personalidad y en mi trabajo artístico. Eso sí, no hay nadie a quien me gustaría parecerme. Nunca he pensado eso de quiero ser como él. En mi trabajo lo que me caracteriza es el riesgo. No voy a copiar nunca, sólo quiero nuevas inspiraciones, no voy a imitar a nadie. Tampoco me dejo llevar por estilos determinados de un lugar específico, ya sea de Níger o de África. Para nada. Es un medio abierto y vivimos en plena globalización, estamos en contacto con el mundo entero. Si alguien ve una obra mía no quiero que piense que están viendo a un africano bailar. Soy africano y estoy orgulloso de ello pero vivo abierto hacia todo lo que existe a mi alrededor. Quiero que vean a un bailarín, a un artista simplemente. Fin de la grabación.
© Fotos del Festival Rue Danse: Pedro Pablo Viñuales.
En este reportaje en francés pueden apreciar varios momentos de sus creaciones más destacadas.
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