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cultura africana contemporánea

Sindika Dokolo: ¿el arte de lavar dinero a través del arte?

La cobertura de las revelaciones del #LuandaLeaks han mantenido al margen los negocios en el mundo del arte del marido de Isabel dos Santos, y las grandes figuras del arte han defendido en gran medida la reputación de Dokolo. Pero esta es una ocasión para cuestionarnos el sistema en el que descansan su mecenazgo, su filantropía y el activismo por la repatriación de las obras de arte africanas secuestradas en instituciones occidentales.

Autoras invitadas: Delinda Collier y Marissa Moorman*

Sindika Dokolo tiene la reputación de ser el mayor coleccionista de arte africano y también su mecenas más generoso. Dokolo también es considerado un líder en el movimiento de repatriación de los objetos de arte africano robados por instituciones euroamericanas a las africanas. Y es el esposo de Isabel dos Santos, celebrada como la mujer más rica de África y durante mucho tiempo objeto de crítica por parte de angoleños como el periodista de investigación Rafael Marques de Morais. Y ahora puesta en causa por el hashtag #LuandaLeaks, debido a sus negocios corruptos y por el robo a gran escala del estado angoleño. Dos Santos tuvo sus inicios empresariales como hija del anterior presidente de Angola, que permaneció largos años en el poder. Estos días ha resonado con fuerza la cobertura de las revelaciones relacionadas con el #LuandaLeaks , así como previas investigaciones hechas sobre dos Santos. Pero los negocios de su marido en el terreno del arte han quedado al margen de momento, y las celebridades de ese mundo han defendido ampliamente a Dokolo.

Por si no está al tanto, #LuandaLeaks, que irrumpió en las noticias hace dos domingos, muestra cómo Dos Santos y Dokolo “pudieron comprar patrimonio del estado (angoleño) de gran valor en una serie de transacciones sospechosas” que los beneficiaron personalmente y costaron al estado angoleño y a los contribuyentes millones de dólares.

Que apenas se haya relacionado el #LuandaLeaks con Dokolo en su faceta de mecenas y activista del arte puede deberse a su propia estrategia de comunicación. Dokolo articula su esfuerzo en investigar y repatriar objetos de arte a naciones africanas, con un discurso decolonial que lo aleja del sistema mundial de la injusticia económica. Es un caso aislado en el mundo del coleccionismo, presentándose a la vez como miembro de la élite y como activista poscolonial que ha cumplido con su discurso sobre restitución, a la vez que hacía propaganda para la causa. Dokolo promueve esta imagen en numerosos medios de comunicación, así como a través de sus propias redes sociales. Tomemos por ejemplo este post reciente de su Instagram. Su fundación había comprado un espacio en la pantalla electrónica de la torre NASDAQ en Nueva York, destacando su labor en la repatriación de arte africano. Al vídeo de Instagram acompaña este comentario de Dokolo:

#GiveBackOurArt (#DevolvedNuestroArte) Repatriamos arte africano a museos en África. El arte africano es nuestra historia, nuestra identidad, nuestra dignidad. Mi historia no empezó en 1482, primera vez en que un explorador portugués puso la vista en un sujeto del reino Kongo. Estaba ahí antes, siempre estuvo ahí.


Fotograma del vídeo promocional para la campaña en NASDAQ, con Dokolo en el centro.

¿Arrojará una nueva luz sobre esta narrativa la historia del #LuandaLeaks?

El lanzamiento de #LuandaLeaks ha supuesto una verdadera revuelta para Isabel dos Santos, el gobierno de Angola, varios bancos internacionales y empresas de contabilidad. La web de la Fundación Sindika Dokolo está en este momento «en mantenimiento«. El día antes de la celebración del Foro Económico Mundial, los organizadores borraron el nombre de dos Santos de la lista de participantes que se reunieron esta semana en Davos, Suiza. EuroBic, un banco portugués en el que dos Santos es accionista principal, anunció que rompería todos sus lazos con esta última. La empresa de servicios globales basada en Londres, Pricewaterhouse Coopers, ha hecho lo mismo. El jefe de su departamento fiscal y de auditoría, Jaime Esteves, ha llegado incluso a dimitir, mencionando la “seriedad de las alegaciones del Luanda Leaks allegations.” El fiscal general de Angola, Helder Pitta-Grós, declaró que la justicia angoleña está trabajando para traer y perseguir jurídicamente a dos Santos y Dokolo por el uso de dinero estatal para beneficio personal. Mientras los empresarios internacionales se apartan, cortan lazos y declaran públicamente su alejamiento de dos Santos y Dokolo, el mundo del arte parece tomar la posición de «esperar a ver qué pasa».

El Luanda Leaks no ha dejado a Dokolo ileso. Sin embargo, nadie ha cuestionado las implicaciones en sus negocios como coleccionador de arte o su campaña por la restitución de objetos de arte. El periódico francés Le Monde informa de que, en su mayoría y por el momento, los socios de Dokolo en el mundo del arte lo están apoyando. Le Monde cita a Simon Njami, destacado comisario de arte africano basado en París y anterior consultor de Dokolo: «No voy a aullar con los lobos. Hasta donde yo sé, Sindika no ha traficado con drogas ni con armas. Tampoco ha dirigido compañías nacionales. Hasta que no tenga otras noticias, lo que retengo de él son los avances que ha logrado en el arte contemporáneo en África, y mantengo todo mi respeto por estas acciones».

La mayoría de sus colegas en el mundo del arte consideran que Dokolo tiene un amor sincero por el arte. Todos parecen tener la voluntad 1) de separar su perfil de coleccionador (y ahora comisario) de cualquier tipo de acusación de irregularidades financieras junto a su esposa. Anna Alix-Koffi, editora y comisoria franco-marfileña, declaraba a Le Monde: «¿Conoce a mucha gente que compre obras por un valor de cientos de miles de euros para devolverlas a sus países? Él es un defensor del arte africano y, como tal, estoy de su parte». Más aún, todos tienen tendencia a creer en sus alegaciones, ahora socabadas, de que su dinero e intereses están separados de los de Isabel.

Este es el problema: por supuesto, apoyamos absolutamente los esfuerzos por hacer posible restitución del arte africano, así como la expansión de las escenas artísticas del continente y la necesidad de repensar los museos, pero cuestionamos que el sistema económico que hace posible el trabajo de Dokolo coincida con el beneficio social de la repatriación. Si el arte africano se vuelve un símbolo vacío de la decolonización, corre el riesgo de convertirse de nuevo en un fetiche.

Ocurre también que la publicidad agresiva del trabajo de Dokolo hace sombra al esfuerzo de largos años por repatriar el arte angoleño que lo ha precedido. El doctor Nuno Porto ya ha escrito sobre los riesgos y recompensas de dichos esfuerzos durante muchos años. A medida que las instituciones de arte van siendo completamente dependientes de la filantropía, la restitución del arte africano puede volverse una campaña de imagen utilizada como maniobra para facilitar objetivos políticos o empresarios, una práctica que se ha ganado su propio neologismo : “artwashing» (en un juego de palabras con arte y blanqueamiento de dinero, N. de la T.). La filantropía resalta el poder y el glamur de la caridad, te llames George Clooney, Oprah Winfrey, Bill y Melinda Gates o Mo Ibrahim. Sin embargo, los focos y la ostentación de quienes donan esconde la total falta de transparencia de dicha filantropía. El pretendido «beneficio» del arte a la sociedad acaba siendo completamente desautorizado por la falta del control «público» que se requiere en la labor política. Todos deberíamos preocuparnos cuando el dinero privado reemplaza al dinero público.

Dokolo ha trabajado con el Ministerio de Cultura de Angola, abogando por una mezcla de fondos públicos y privados que conllevan el riesgo de que los filántropos pierdan su estabilidad financiera y, sobre todo, cambien de prioridades. Las entidades del Estado tienen la tarea de coleccionar y exponer el patrimonio cultural, y los términos aquí están claros: pertenece al público y tiene que ser una parte visible de la vida pública. El MPLA, el partido en el poder desde la independencia de Angola en 1975, ha sido claro en cuanto a la propiedad pública del arte en muchas de sus declaraciones sobre cultura y arte después de la independencia.

#LuandaLeaks nos da la oportunidad de considerar la privatización de los bienes públicos, ya sean los fondos Sodiam, los préstamos de la Sonangol o las obras de arte. Esta es una historia que debería hacernos sentir incómodos, en la que se entremezclan cleptocracia, filantropía y el discurso de la decolonización. Dokolo y dos Santos argumentan que los africanos suelen ser injustamente señalados como corruptos, a pesar de haber usado esa misma vía para desviar el control. Y no están equivocados. Se está hablando sobre dificultades en la consultora PwC, pero los informes apuntan a que la atención va a dos Santos y Dokolo, mucho más que en sus contables, especialmente los occidentales. Las empresas gestoras y de servicios de comercio facilitan y regulan la economía internacional, fabricando paraísos fiscales y cuentas offshore, pero tienden a no tener imágenes públicas o demasiada presencia en plataformas sociales. Pero podríamos pensar en ellos de la forma en que Hanna Arendt imaginaba a los burócratas alemanes bajo la dirección de Hitler: gestores que hacen del robo algo banal. Estas empresas europeas y americanas ayudaron a dos Santos y a Dokolo a lavar dinero, como buena parte del mundo del arte está llamado a hacer. Los esfuerzos por la repatriación de las obras llevados a cabo por Dokolo y su mecenazgo a artistas africanos, independientemente del interés que tenga para él, han limpiado su imagen a la vez que hacía al arte depender de dinero sucio. Es la razón por la cual sus colaboradores académicos están tan callados. Pero al igual que la presión sobre los museos por todo el mundo aumenta con campañas como #decolonizethisplace, puede que se haya acabado el momento de la retórica revolucionaria fundada con ganancias ilícitas.

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1) Después de la publicación original de este artículo, algunos nombres se han distanciado de Dokolo, como en el caso del comisario de Documenta, Adam Szymczyk. (N. de la T.)

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*Este artículo fue publicado en Africa is a Country. Para leer el original en inglés, clic aquí.

*Traducción: Ángela Rodríguez Perea.

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