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El exilio mental de Qudus Onikeku

El término “danza africana”, tan extendido en el continente europeo, tiende a englobar en un todo a las múltiples modalidades de las danzas de toda África, sin desmenuzar los innumerables matices que encontramos en cada región del continente. En general, los profesores africanos o europeos especialistas en la materia ofrecen clases de bailes tradicionales del África subsahariana (siempre se excluye de tal denominación a la cultura autóctona del norte del continente), acompañados de instrumentos y de complementos folclóricos, que para muchos corresponden con la imagen auténtica de una África que, una y otra vez, es tomada como un territorio uniforme y atemporal. Al contrario de lo que se pueda pensar, existe una diversidad apabullante de bailes, instrumentos, cantos, rituales, atuendos y tatuajes, que varía enormemente de una región a otra y que se ha conservado intacta desde hace siglos. Y generalmente se tiende a meter todo bajo el mismo paraguas, sin distinguir “lo somalí” o “lo angoleño”, que para el público occidental es sin sombra de dudas mucho menos insinuante que la denominación de “lo africano”.

Si durante el colonialismo, la radio y los discos de vinilo trajeron sonidos desconocidos hasta el momento que desembocaron en estilos mestizos de una calidad sobresaliente, hoy en día, las migraciones, la televisión, el cine e Internet han aportado una entrada inmensa de nuevas fuentes de inspiración que están dando pie a dinámicas culturales insólitas. De esta forma, la definición de “danza africana” no responde a la complejidad de las danzas del continente africano y proyecta una imagen reduccionista que, además de no atender a las especificidades de cada región de África, ignora por completo las tendencias más novedosas de este ámbito. Y efectivamente algunas de ellas están arrasando en los circuitos internacionales de danza contemporánea.

El nigeriano Qudus Onikeku es uno de los bailarines y de los coreógrafos más laureados del continente africano. Cada vez que pone un pie sobre el escenario su sello es fácilmente reconocible, solo se necesita a sí mismo para centrar la atención del público durante todo un espectáculo. Ejecuta cada movimiento con una gran sutileza, encontrando el equilibrio perfecto entre la elegancia y la fuerza que pueda exigir cada momento. La elasticidad de su cuerpo completa su facilidad para evocar sentimientos y pensamientos, que siempre acompaña con una gestualidad absolutamente visceral. En su trabajo se perciben influencias del hip hop, de la capoeira brasileña, del taichí chino, de las artes circenses y de las danzas tradicionales de Nigeria. Onikeku ha colaborado con bailarines y coreógrafos de la talla de Sidi Larbi Cherkaoui, Hedy Maalem, George Lavaudent o Jean Claude Galotta, enriqueciéndose así de diferentes maneras de entender las artes escénicas. Desde ese momento el bailarían nigeriano ha sido condecorado con numerosos reconocimientos de prestigio que avalan su valor indiscutible, como el Premio Future a mejor bailarín nigeriano de 2009. Asimismo, Qudus ha sabido llevar más allá su versatilidad artística con la realización y producción del documental ¿Necesitamos Coca-Cola para bailar? en el año 2007, en el que muestra uno de sus proyectos más ambiciosos: llevar la danza contemporánea a espacios abiertos de varias capitales africanas con el objetivo de abrir este género a otros públicos que normalmente no tienen acceso a este tipo de espectáculos.

«Do we need Coca Cola to dance?»

Qudus Onikeku ? @ Antoine Tempe

Qudus Onikeku nació en Lagos, una de las ciudades más pobladas del mundo, y ya en su infancia sentía la necesidad de buscar espacios de soledad donde poder pensar y reflexionar. Durante su adolescencia decidió abandonar su vocación por la ciencia para dedicarse exclusivamente a las artes escénicas. Una beca del gobierno francés le abrió las puertas de la Escuela Nacional de Artes Circenses de Châlons-en-Champagne, donde se nutrió de otros lenguajes artísticos que posteriormente favorecerían la constitución de una visión propia de la danza contemporánea. En Francia, a pesar del gran salto profesional, se encontró solo, a miles de kilómetros de su ciudad natal y dentro de una cultura muy diferente a la suya. Allí vivió intensos momentos de introspección que le condujeron automáticamente a expresar por escrito su exilio voluntario en una sociedad que no acaba de comprender. Estos textos le han servido de argumento para sus creaciones, en las que interpreta sus propias reflexiones a través del movimiento.

La distancia geográfica de su país aumentó el interés del propio Qudus Onikeku por la funesta situación política y social de Nigeria. En ese proceso de búsqueda de respuestas, cayó en sus manos El hombre ha muerto, los escritos de la cárcel del escritor nigeriano Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura en 1986, que permaneció preso durante varios años a finales de la década de los 60. La soledad, la falta de comunicación y la difícil condición del ser humano que desprenden sus palabras conmovieron al bailarín y decidió que esta obra constituyera la espina dorsal de su creación El exilio está en mi cabeza: “Pretendía crear un monólogo en el cual usase movimiento en lugar de palabras. La estructura del libro de Soyinka es como un movimiento poético. No es un libro con capítulos o pasajes separados. Así es como veo mi espectáculo. En vez de usar texto como una narración propiamente dicha, permito que las palabras aparezcan en mi trabajo como un flash, como emociones que pasan a través del movimiento”. Esta obra se presentó en la última edición de la bienal de danza contemporánea Danse l’Afrique Danse, celebrada en Bamako (Malí) en el año 2010, y se saldó con el premio a la mejor obra individual. Desde entonces, Onikeku no ha parado de mover la obra por todo el mundo. El exilio está en mi cabeza es la primera parte de una trilogía de la que ya se ha presentado la segunda parte y que incide en gran medida en los sentimientos del exilio, del enclaustramiento forzado o voluntario. La tercera está por llegar.

Qudus Onikeku es un claro representante de la explosión que se está produciendo en algunos países de África en el terreno de la danza. La calidad de algunas propuestas y la repercusión que están alcanzando en el marco internacional hablan por si solos. Quizá falte un mayor respaldo en términos de promoción de esta modalidad artística dentro de los circuitos culturales nacionales e internacionales, lo que sin duda fomentaría su conocimiento de cara al gran público. Aún existen ciertas reticencias por algunos sectores de la población africana a la hora de aceptar esta danza como propia, en ocasiones muchos se alarman por considerar que no entra dentro de los parámetros de la “danza africana” propiamente dicha, es decir, la tradicional, la de toda la vida. Sin embargo, esta nueva generación de creadores reivindica que es preciso considerar como africano todo aquello que se produce en África y que las influencias que reciben hoy en día de todo el mundo son tan válidas como las más ancestrales. Tomemos pues en cuenta todas estas especificidades cuando nos refiramos a la danza africana. Empecemos por llamar a las cosas por su nombre.

Blog personal de Qudus Onikeku http://qudus.blogspot.com.es/

My exile is in my head

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